lunes, 31 de agosto de 2009

Medea by Portillo

C. ya adelantó que no era buena la idea de hacerse 333 kilómetros en coche para ver la Medea de Blanca Portillo. Pero qué queréis, uno tiene sus debilidades. A BP la descubrí en "La hija del aire" adaptada por Lavelli, donde construyó una Semíramis superlativa entre actores/actrices perfectamente olvidables. Una de las poquísimas veces que me he levantado de la butaca para aplaudir, silbar, y lo que hiciera falta. Y desde entonces le sigo la pista, excepto en lo que atañe a las series de televisión españolas que por lo general me hacen bostezar.

En fin, que saqué entradas para ver a mi amada actriz en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, pensando que si no me gustaba la obra siempre podía admirar el maravilloso anfiteatro y degustar a la salida los ibéricos de escándalo que sirven en El Yantar, bar-restaurante situado justo enfrente y este año además con terraza.

¿Que si me gustó, la portillana Medea? Como dicen los alemanes, jain. O sea, que ni sí ni no, que más o menos, que ni fu ni fa. Esperaba más, quizá otra actuación divina de la Portillo; pero entiendo que es humana y por ello no puede ser siempre sublime. La puesta en escena resulta interesante, aunque un exceso de moderneces innecesarias tipo coche-con-caravana recorriendo el escenario de un lado a otro acaba cansando. El descubrimiento esta vez fue Asier Etxeandía, que borda un Quirón sacado de la manga panduriana, conmovedor y sugerente.

Nada que objetar en cuanto al márketing; todos los medios hicieron críticas estupendísimas de la obra, cuando no era -ni mucho menos- para tanto. Haro Tecglen, que estás en los cielos...

jueves, 27 de agosto de 2009

Artistas y meapilas

Estuve hace unos días en la exposición de la Leibovitz en Alcalá 31. Ya sabéis, la retratista del artisteo, preferentemente estadounidense: Pitt, Smith, Lennon, Kidman, Johansson, Di Caprio. Pero también de otro artisteo, éste más cercano al vodevil: inolvidable la foto de familia de los Bush, Cheney, Rice & Co, que me recordó nada más verla a aquel cuadro goyesco de la familia de Carlos IV en el que se percibía toda la hediondez moral de los miembros de tan real estirpe. Vi también, y me emocionaron, las fotografías del padre y de Susan Sonntag nada más morir.

A propósito de la Sonntag, según el cartel explicatorio de la entrada ella y Anne Leibovitz eran "grandes amigas". Hay que ser meapilas; digo yo que lo suyo era decir simplemente que eran pareja o compañeras sentimentales, pero claro, igual es demasiado fuerte para nuestros débiles organismos (mentales). Cortesía de los bienpensantes organizadores de eventos culturales quienes, por lo que se ve, echan de menos el legado de grandes figuras político-espirituales de Madrid, tipo Álvarez del Manzano. Y ahora que lo pienso, la exposición fue inaugurada a bombo y platillo por Esperancita Aguirre acompañada de todos sus consejeros, y claro...

lunes, 24 de agosto de 2009

Fiestas de pueblo

Hacía varios lustros que no iba a unas fiestas de pueblo, que al menos en España transcurren preferentemente durante el mes de agosto. En Valdelagua del Cerro, provincia de Soria, no había (afortunadamente) encierros, pero sí gentes de nombres tan antiguos como los de Domicio, Emigdio, Amada o Agripina. Unas fiestas modestas y simpáticas, con su paso del Cristo y su puja por las roscas de la Virgen, una suerte de subasta con más colorido que las de Sotheby´s. Por las noches venía un grupete musical o una disco móvil, y el personal le daba al baile (o a algo parecido) mientras sonaba el inefable Paquito El Chocolatero. ¿Y cómo aguanta uno el ritmo de unas fiestas populares, acostándose a las tantas y despertando poco después a causa del incesante chunda-chunda? Pues a base de siestas...Y de la Bombay Saphir, que un ángel celestial del improvisado bar de la plaza nos procuró para los gin-tonics.

viernes, 21 de agosto de 2009

Más vieneses célebres

Pocos turistas había en la casa-museo de Sigismund Schlomo Freud. Histórico lugar el de la Bergasse 19; y bien que te lo cobraban, nueve euros por ver una pila de fotos y alguna estatuilla antigua de la colección freudiana. Lo más relevante (incluido el famoso diván) está en Londres. Interesantísima la documentación sobre la llegada de los nazis a Viena y la salida pactada hacia Londres del padre del psicoanálisis.
Y digo pactada porque, según se cuenta, los de la cruz gamada le obligaron a firmar un documento donde debía indicar que había sido tratado con consideración por la policía nazi. Entonces Freud les preguntó si podía añadir en el documento la siguiente apostilla: "Recomiendo encarecidamente la Gestapo a cualquiera". No sabíamos del profundo sentido del humor del anciano judío, y tampoco sabemos porqué no le descerrajaron seis tiros ahí mismo, ya que no creemos que la boutade les hiciera mucha gracia a esos tipos tan grises. E insistiendo en su fina ironía, y ante la quema pública de sus libros pocos años antes, dijo: "Es innegable que el mundo avanza. En la Edad Media me hubieran quemado a mi, ahora basta con quemar mis libros".

Otto Wagner es a Viena lo que Gaudí a Barcelona. Bueno, también hay unos engendros de un tal Hundertwasser, pero ya que el gusto es libre me permito dejarlo absolutamente de lado.

Y sí, se encuentran obras de Wagner por toda Viena. Una de las más interesantes está aproximadamente donde cristo perdió el mechero, es decir, bastante lejos. El viajero tuvo que salir de la ciudad en autobús y llegar después por sus propios medios (es decir, sus propias piernas) a un hospital psiquiátrico, para así terminar en la Kirche Auf dem Steinhof, otra maravilla del Jugendstill. Aunque el viajero deberá reconocer que no permaneció allí mucho tiempo: por un lado, la iglesia estaba cerrada (os odio, amables informadores del hotel), y por otro, se vio rodeado por tres o cuatro grupos de enfermos mentales que le recordaron inmediatamente a varios Doctores Mabuse juntos. Pies para qué os quiero...

Un último inciso. En otro edificio muy particular, el de la Secesión vienesa (que algunos bienpensantes de principios de siglo XX pensaron en quemar, por atentar contra el verdadero arte), se encuentra el Friso de Beethoven. Estuve a punto de no ir porque ya había visto una copia más o menos autorizada en la madrileña Fundación March, y menos mal que cambié de opinión. Me quedé sin palabras; y no sólo porque el original es bellísimo, sino también porque el gorila que sale representando el mal...¿No es clavado al cinematográfico King-Kong, que tardaría todavía unos años en asustar al mundo?

martes, 18 de agosto de 2009

Sí sí, Viena. Sissi, Emperatriz...

El viajero se cree intrépido por haber reservado a través de Internet una habitación de hotel a buen precio en la capital austríaca. Pero nada más traspasar la puerta de entrada del Hotel Kaiserin Elisabeth se da cuenta de su craso error: la Kaiserin no es otra que la Sissi de nuestras pesadillas infantiles (ya de pequeño me producían urticaria las películas de la Schneider). Fotos, cuadros, alfombras, hasta las cortinas recuerdan a aquella prematura reina del kitsch.

(Otra cosa será contemplar su tumba en la Cripta de los Capuchinos, que reune cerca de un centenar de sepulturas de los Habsburgos austríacos: entonces nos despertará un sentimiento de ternura, siendo su féretro tan modesto en comparación con el imponente del kaiser Francisco José, y también por ser el único al que acompañan unos cuantos ramilletes de flores frescas).

En agosto, Viena es una ciudad tomada por los turistas. Supongo que como cualquier otra capital europea, pero ahora mismo no estoy en condiciones de hacer un estudio comparado sobre el tema. Para superar el trauma digamos sissiano y evitar en lo posible las hordas, me digo que nada mejor que visitar lo atípico y escasamente céntrico. Así que empiezo por el Zentralfriedhof, el cementerio donde están enterrados individuos de apellido Brahms, Beethoven, Strauss y por ese estilo. Con todo, la gracia del asunto no estriba en imaginarse las conversaciones de ultratumba que tendrán esos genios, sino en pasarse por la iglesia Jugendstill del cementerio. Sorprendente.

Hay otra cosa que quería decir. Me he resistido hasta ahora para no herir sensibilidades. Pero no puedo más, lo digo ya: el Danubio no es Azul...

domingo, 16 de agosto de 2009

Deutschland über alles (o casi)

Mal empezó el viaje. Y eso que durante el vuelo un grupo de lolitas finlandesas me había distraido de las potentes turbulencias externas. Muy vistosas (las turbulencias no; las lolitas), pero qué bulla armaban las jodías. Para que luego digan que los ruidosos somos nosotros, los ejpañoles. El caso es que el avión de Lufthansa había salido en hora del aeropuerto de Madrid, pero llegó con retraso a Frankfurt y no llegué a tiempo para la conexión con Nürenberg. Servidor lo intentó todo, fue corriendo con la lengua fuera hasta la terminal establecida, pero cuando quiso acceder al control de pasajeros la Frau Rottenmeier de turno le espetó un sonoro NEIN!! que, unido a la cara de acelga o acelguen de la germana, dejaba muy a las claras que ahí no tomaba un vuelo más ni el tato. Reclamación al canto y noche en el Intercity Hotel del Aeropuerto de la financiera villa.

En el hotel pego la hebra con un hongkonés, Cheng, que me cuenta su vida en clave de business. Sin aficiones, sin planes. Sólo el business, qué pesao. Menos mal que lo arregló un poco pagando él las cervezas.

Al dia siguiente tomé el primer vuelo Frankfurt-Nürnberg y desde allí en tren a Schwabach, a casa de B. y R., y ahora también del pequeño P. Unos dias alegres y tranquilos, entre excursiones en bicicleta por paisajes de (ni te) cuento y amenas conversaciones por la noche en el jardín. La vida debería ser siempre así, estar con las personas a las que queremos y permitirnos algunos placeres sencillos: una copa de vino al anochecer y en buena compañía es uno de ellos.

Después de aquellos dias apacibles y hermosos, que fueron diríamos de una rara perfección (incluso el pequeño y dulce P. ya alcanzaba a llamarme casi por mi nombre, Bálasz me decía, creyendo quizá que uno era de ascendencia húngara, lo que sin duda tiene más caché), estaba dispuesto a olvidar el sabotaje de Lufthansa, pero hete aquí que cuando estoy esperando en la estación el tren que me llevará de Nürnberg aViena anuncian por megafonía que llegará con una hora de retraso. Ahora soy yo el que exclama NEIN!!! para sus adentros. Y es que como dice la canción, los tiempos están cambiando; la otrora incontestable puntualidad germana, en entredicho.

sábado, 8 de agosto de 2009

Una de Woody Allen





Ella, en terapia racional emotivo-conductual. Él, en psicoanálisis, dos sesiones por semana. Deciden de mutuo acuerdo asistir también a una terapia de pareja, que posteriormente les llevará a otra terapia, esta vez con varias parejas más. Y después de esta digamos terapia de cierre de círculo psicológico-vicioso, que tiene lugar durante un fin de semana en un chalet de un pueblo de la sierra madrileña, vuelven en su coche a la capital con otra pareja que no dispone de medio de transporte, pero sí de otras varias terapias tras de sí. Resumiendo: acaban los cuatro en casa de la pareja desvehiculizada tomando un café. Y como el que no quiere la cosa, deciden hacer los cuatro allí mismo, en el salón, terapia de la terapia de la terapia de la terapia.

miércoles, 5 de agosto de 2009

La criatura de Liniers



Me introduje en el mundo de Macanudo en Buenos Aires, gracias a una librera muy simpática que me indujo a leer sus tiras. Yo le había preguntado por un libro de Borges, pero no lo tenía; seguramente salí ganando con el cambio. Desde que leí ese primer volumen de Macanudo –el insigne ciego me perdone- seguí a Liniers de cerca. Y sé que no soy el único, pues otras gentes más cualificadas que yo como Juanjo Sáez, Maitena o Calamaro demuestran su buen gusto declarándose admiradores suyos. ¿Y cómo definir a Macanudo? Tierno, divertido, extraño, sugerente...único.

Ayer realicé mi buena acción del día comprando en La Central de Elisabets dos ejemplares del macanudo quinto volumen; uno, claro, para mí, y el otro para una pareja amiga. A la gente que se quiere hay que darle siempre lo mejor.

Ya por la tarde, tomando el último café con aquella pareja amiga de la que hablaba y antes de tomar el vuelo a Madrid, comprobamos con sorpresa que el local se llamaba...Macanudo. Lo juro. Eufórico, comenté la simpática coincidencia con el camarero que atendía detrás de la barra, pero no pareció muy entusiasmado. Él se lo pierde, si hubiera mostrado algún interés hubiera sido capaz hasta de regalarle mi ejemplar. Todo por diseminar por el mundo el virus Macanudo.