viernes, 30 de diciembre de 2011

Apuntes (1)




Fuimos a la FNAC a mirar discos y libros. Estaba lleno de gente. Para mi sorpresa, habían montado unas cuantas mesas destinadas a que algunos autores, en una especie de Feria del Libro navideña y reducida, firmaran los libros que los lectores (un suponer) les presentaran. Reconocí a Pilar Urbano, Giralt, Javier Moro, Rafael Reig (el único que sonreía) y Alberto Olmos. Juro que durante el rato en el que estuve espiándoles, quizá media hora, no vi a nadie que se les acercara. Sin embargo, no menos de treinta personas hacían paciente cola para que les firmara su ejemplar Quino, el dibujante. En conjunto, una escena sorprendente y clarificadora.


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Aprender, a la manera de Montaigne, a no hacer nada sin alegría.


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Best-seller: dícese del adjetivo inglés y extraliterario que se ha convertido, por obra y gracia del marketing pseudocultural, en todo un género literario.


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La felicidad en los días navideños consiste en, más que nunca, quedarse en casa leyendo un buen libro o, porqué no, escribiendo estos apuntes.


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Aunque hace ya mucho tiempo que desistí de estar en todas partes al mismo tiempo, no me resisto a copiar aquí los versos de Saint-Vicent que acabo de leer con envidia y frustración:


Quemo la vela por los dos extremos

No llegará a terminar la noche

Pero oh mis enemigos oh mis amigos

Da una luz adorable

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Quizá el buen lector se distingue no por los libros que ha leído -eso es lo que nos habían dicho-, sino más bien por aquellos que ha dejado de leer.


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Que el corazón de una ciudad de varios millones de habitantes se quede paralizado porque las autoridades municipales permitan organizar una misa multitudinaria en pleno centro (¡y en día laborable, con la que está cayendo!) da que pensar. Y lo peor de todo es que, si se te ocurre comentarlo, siempre habrá alguien que te tache de antirreligioso o incluso de antidemócrata. Es el mundo al revés, que diría Galeano.

martes, 27 de diciembre de 2011

Consejos para no escribir

1. Hoy hace sol, así que coge la bici y date una vuelta por el Madrid-Rio. Durante el trayecto, fíjate en las pequeñas (¿pequeñas?) cosas: el agua del río con su brillo plateado, los árboles cada vez más altos, la cara de felicidad de los niños patinando, montando en bici, jugando a la tirolina. Detente en algún momento, preferiblemente a la altura de la Casa de Campo, estírate y saluda al sol, como adorador de Ra que eres.

2. Haz un viaje (si es mental, también vale). Piérdete por las calles de una ciudad, visita sus monumentos, prueba la comida típica, pega la hebra con algún lugareño; y si elegiste la naturaleza, camina por sus senderos y observa esas portentosas obras de arte llamadas montaña, árbol, pájaro, río.

3. Si no tienes el mar a mano, date un baño en la piscina. No pienses en emular a David Meca, sino en ir brazada a brazada, respirando, sintiendo el agua. Siéntete pez. Y deja de pensar. Nada mientras nada te perturba.

4. Queda con alguien con el que te sientas a gusto. Habla, rie, cuenta, escucha, toca. Disfruta de su compañía.

5. Elige una buena película. En casa no, hombre. Vete al cine, a uno de esos de versión original que abundan en tu zona. Ver una película doblada es como escuchar a tu amor hablando con una voz que no es la suya.

6. ¿Llegas a casa y ya quieres ponerte a escribir? No fastidies. Ahí tienes un cd con buen jazz, o mejor todavía: pon algo que te haga bailar. No pienses, sólo muévete al son de la música.

7. Si todavía sientes la tentación de escribir, busca un buen libro y se te quitarán las ganas. Nada como una prosa admirable y ajena para olvidar las ínfulas literarias de uno.

8. Ama. Haz el amor. Practica el sexo.

9. Disfruta de una buena comida. ¿Te diste cuenta que la variante japonesa te alegra? ¿Y que un sitio árabe te sugiere? ¿O que la comida en tu colombiano favorito te hace estar en paz con tu estómago y con tu alma? La comida no está hecha para deglutirla sin más. Demórate con ella todo lo que puedas. Dentro de este apartado incluimos cocinar para tu pareja un plato suculento.

10. ¿Que ya no te quedan excusas para no ponerte a escribir? Llama inmediatamente a un par de amigos, y que se pasen por tu casa a tomar unos gin-tonics.

martes, 18 de octubre de 2011

Aflorismos de otoño

Uno de los placeres de leer lo que a uno le viene en gana es jugar a hermanar, en peculiar cofradía literaria, a escritores tan (aparentemente) diferentes como Uriarte, Castilla del Pino o Trapiello. Y porqué no a Montaigne (ya salió el Zuazu y su señor de la Montaña, si). Pero es que, sin necesidad de escarbar mucho, tienen unas cuantas cosas en común: literatura del yo, veracidad, claridad. Y muchos y buenos libros detrás.

(Claro que también podría añadir a Jabois, últimamente, pero necesito leerle un poco más. A veces le sale una cosa como umbraliana que luce como fuego de artificio...hasta que se apaga).

Del difunto y controvertido Castilla del Pino, autor de una autobiografía monumental en más de un sentido, leemos estos días sus Aflorismos, sugerente variante del aforismo lichtenbergiano que consiste en verter en negro sobre blanco algo "que se me ocurrió, surgió o me apareció de manera más o menos inesperada". Aunque a nosotros nos parecen algo más que ocurrencias. Léanse aquí unas cuantas y piénsese si cualquiera de ellas no es más nutritiva que algunos libros que circulan por ahí :


"Cultivar la gana. La gana no es por sí misma la vida, sino la expresión de que se vive"


"En cada detalle está el todo. Aprender a ver el todo en la parte es comenzar a entender su significado"


"Un ideal: que el trabajo sea al mismo tiempo el trayecto para la realización". Ay


"Como dicen de la homeopatía, la soledad está muy bien en pequeñas dosis. A dosis altas es tóxica; caquectiza los sentimientos"

"El ateo es un creyente, pero en la inexistencia de Dios, ¡Un desastre lógico!"

martes, 4 de octubre de 2011

CGR

A. me dice que no escriba más de política; M.J., que a ver si hablo otra vez de la familia (perdón: de la famiglia). O., que no vendría nada mal un poco de poesía, no necesariamente intimista. C., que qué pasa con los viajes, por ejemplo con Oporto. Y yo que no, que no me da la gana, que ahora quiero escribir sobre la Rodero y sus fotos. Cristina Garcia Rodero.


Puede que la exposición de CGR en el Círculo de Bellas Artes de Madrid no haya tenido tantos visitantes como la retrospectiva de Antonio López, o las cositas que nos van trayendo del Hermitage rrrrruso al Prado. Vale; pero es lo más potente que hemos visto en mucho tiempo. Hace ya tiempo, asistimos en solitario a una de derviches y otros trasuntos religiosos de la puertollanera. Inolvidable. Como también lo es este monumento fotográfico al alma gallega (M., te lo perdiste).


Cualquier fotografía de la exposición resulta válida para entender lo que digo; allí habrá una historia inigualable. Mujeres de negro, romerías, niños que miran a la cámara con emotiva perplejidad, hermosísimos caballos a dos patas, pequeños ataudes blancos...La foto que adjunto, jugándome el tipo (ya me dieron un toque por uso indebido de imágenes) no es sino una obra de arte más: fijaos en la expresión del cura; en la figura en zig-zag de la mujer con la pañoleta o en las cruces en lo alto. Por no hablar de la metafísica que entraña confesar al aire libre o en el mismo confesionario (nada que ver con los diseñados recientemente con destino Parque del Retiro, en la más extraña operación de márketing que hayamos visto, preparados en un pispas para absolver abortistas excomulgadas).



Sólo (bien acentuado quede, aunque los académicos no quieran) hay otra fotógrafa que me haya impactado de igual forma: la norteamericana y suicida Diane Airbus. Fue la única vez que repetí la misma exposición. A la de CGR no pude volver, porque la quitaron el mismo día que la ví, ay.

viernes, 12 de agosto de 2011

Amo luego existo

Ya sé que es un género con poco lustre en estos pagos hispánicos nuestros, pero a mi me han gustado siempre las biografías. De personajes célebres, o no tanto.

Ahora estoy con un libro de Manuel Cruz que conjuga biografía y ensayo para explicarnos cual pudo ser la visión del amor en filósofos como Platón, Agustín de Hipona, Spinoza o Hanna Arendt, y también en otro personal que también tenía en alguna medida la funesta manía de pensar (y/o de escribir).


Así, Abelardo y Eloísa. Escenario: Francia, siglo XII, ergo Edad Media: él, guapo, eclesial, filósofo, creidillo. Ella: hermosa, inteligente, generosa. Arteramente, él consigue ser el preceptor de ella. La transmisión del conocimiento teórico pasará pronto a un segundo plano ("Mis manos se dirigirán más a sus pechos que a los libros", dice Abelardo). Una historia de amor fou (aunque entonces no se sabía que si el amor no es fu, entonces como que ni fu ni fa), pasional, irracional. Lo nunca visto hasta ese momento (luego, Romeo y Julieta). Tienen un hijo y se acaban separando; ella abrazará la vida monástica aunque nunca renegará de aquella historia de amor tan corpórea.

Luego está lo de Nietzsche-Lou A. Salomé-Paul Rée: aquel triángulo amoroso que pudo haber sido, pero no. Los dos amigos amaban a la extraordinaria Salomé (aunque es bastante probable que el neurótico autor de Así habló Zaratrusta en realidad amara solo al amor); pero esta rompecorazones de origen ruso quiso permanecer siempre independiente, en lo material y lo afectivo. Helos todos ahí en la foto que acompaña esta entrada; y préstese especial atención no sólo a quienes tiran del carro, sino a la simbólica fusta que porta Mme. Salomé.


No menos llamativo es el caso del binomio Sartre/Beauvoir: paradigma del compromiso en la esfera pública, parece que en lo privado tenían montado un tinglado que no entendían ni ellos mismos: no sólo libertad absoluta en la actividad sexual de cada cual, sino que la Beauvoir le pasaba amantes propias a Sartre. A mi me parece que eso se llama proxenetismo (o casi), y en todo caso nos hace cuestionarnos aquella imagen de feminista avant la lettre que entonces y después perduró en el imaginario occidental.


En fin, que todo este tema del amor seguirá dando que hablar y que pensar hasta que se extinga la especie humana. Por mi parte, concluiré esta entrada con aquella verdad poética que nos dejó en herencia Miguel Hernández: Sólo quien ama vuela.
















martes, 9 de agosto de 2011

De tumbas y epitafios

Igual ya escribí sobre este tema hace unos cuantos posts. O no. En todo caso me apetece hacerlo ahora, a ver si me va a sorprender antes la Parca y me deja sin tiempo para esta y otras cosas. Y sin epitafio.

Aunque ya veo a alguno diciendo aquello que le dijeron a O. sobre la música de Leonard Cohen: "Eso es para cuarentones depresivos". Pues será, solo que a mi me lleva ocurriendo desde los 20 años, cuando visité el cementerio judío de Praga.


Y sí, a uno en sus viajes le gusta visitar mercados y cementerios, símbolos paradigmáticos de vida y muerte. En el viaje a Jerusalén, había un inmenso cementerio a la vista en el lado del Monte de los Olivos, poblado por judíos, cristianos y musulmanes (quienes sólo así pueden convivir en paz, al parecer): el valle de Josafat del final de los tiempos. Y visitamos también el vitalista y colorido mercado de Mahane Yehuda.


No sabemos si al escritor holandés Cees Noteboom le gustan los mercados, pero a tenor de su libro "Tumbas de poetas y pensadores" podemos colegir que al menos sí le van los cementerios. O puede que sólo ciertas tumbas, las de los colegas a los que admira. Algunos de los epitafios que comenta son curiosos, otros especialmente hermosos. Espigando aquí y allá, nos quedaríamos con el de Keats, que comparte tumba en el Cimitero Accatolico de Roma junto a Shelley y los hijos de Goethe y Von Humboldt: Aquí yace un poeta cuyo nombre fue escrito en agua. O con el ya famoso de Borges, en el cementerio de Ginebra: And ne forthedon na (Y no temas). Shakespeare sorprende (o no tanto) con el suyo: Maldito sea quien remueva mi lápida. T.S. Elliot, en una breve lección de metafísica, resume: En mi principio está mi fin. En mi fin está mi principio. Y como no podía ser de otra forma, Chateaubriand (el de las Memorias de otras tumbas más ultras) comienza de forma egótica, pero lo acaba arreglando: Un gran escritor francés ha querido reposar aquí, para no oir más que el viento y el mar.


En fin, que también las lápidas y epitafios reflejan la personalidad de sus moradores. Y en este sentido, nada tan didáctico como las Instrucciones de Arthur Schnitzler escritas hace casi un siglo:



¡Punzada en el corazón!
¡Nada de coronas!
¡Nada de esquelas mortuorias! ¡Ni en los periódicos!
Entierro de tercera.
El dinero que se ahorra siguiendo estas instrucciones
se dedicará a hospitales.
¡Nada de discursos! Evitar todo accesorio ritual.
(En especial velatorios y esas cosas).
Que no se lleve luto por mi muerte, ninguno en
absoluto.

lunes, 1 de agosto de 2011

Jerusalén está fundada...

Así comenzaba una de las estrofas que cantábamos en misa; estrofas de canciones cuya letra no entendíamos (más o menos como la religión que la sustentaba), y que seguimos recordando casi al completo vaya Vd. a saber porqué (ya podríamos recordar la trigonometría o la tabla periódica, digo yo).


Nosotros preferimos canturrear la canción de Drexler con toque Ferlosio ("Yo soy un moro judío, que vive entre los cristianos...") y completar nuestro vago conocimiento de la realidad israelí con dos libros estupendos, "Las tribus de Israel" de Ana Carbajosa, e "Israel", de Alberto Masegosa. Ambos con prólogo del gran Enric González.


El caso es que vete tú a saber quién fundó Jerusalén, si el rey David o Godofredo de Bouillon. Aunque sí que sabemos lo que hemos visto: que además del impresionante pasado histórico que luce la ciudad dorada en forma de no pocos vestigios (otra cosa es la versión colorista que de ellos dan cada uno de los credos), en los dominios jerosolimitanos se encuentra una mezcla apabullante de etnias y creencias, como pocas veces hemos visto en otros lugares del mundo. Judíos askenazíes, mizrajíes, etíopes o rusos; judíos árabes; israelíes laicos nacional-sionistas; árabes musulmanes o cristianos. Armenios, yemeníes, estadounidenses, magrebíes...La locura. En todo caso, no nos dio la sensación de enfrentamiento entre ellos; si no fuera por la presencia continua y ubicua de los soldados israelíes, se diría que la convivencia es más que pacífica. Claro que luego te das cuenta de la realidad: no hay apenas convivencia entre ellos, en especial entre los grandes grupos (judíos, musulmanes, cristianos). Es simplemente que están condenados a vivir (al menos de momento), juntos.


(Aviso para navegantes: Jerusalén la dorada no es -en contra de lo que piensa algún ex-embajador israelí en España- la capital política de Israel. Bueno sí, lo es...para el propio Estado de...Israel. Ningún otro país la reconoce como tal. Ni siquiera, que se sepa, el amigo americano).


En todo caso, Israel es más que Jerusalén: es Massada, símbolo de la opresión de los romanos contra los judíos zelotes, cuyos descendientes aplican ahora la misma medicina al vecino palestino. Nos contaron que hasta hace poco, todos los soldados israelíes pasaban por ahí para imbuirse de las esencias nacional-sionistas y poder defender su tierra con mayor..zelo. Es también el Mar Muerto de nuestra infancia (me refiero al "Dime dónde está", del que se nos quedó grabada la imagen del tipo aquel leyendo el periódico mientras se daba un baño en aquellas aguas mortecinas). Y es Tel-Aviv, la ciudad tres veces profana y sus indignados acampando en protesta por el precio de la vivienda en plena Avenida Rotschild (nota del editor: una semana después, manifestación de 200.000 telavivis por este mismo tema).



Y en fin, Israel, es muchas cosas más que quizá descubramos en un próximo viaje. Aunque ya tengamos un destino favorito al que poder apelar a través la frase esperanzada de la diáspora judía, "El año que viene, en Jerusalén"...

















lunes, 18 de julio de 2011

El espejo del mar

El título de esta entrada lo tomo de un oportuno regalo de O.: The mirror of the sea, una compilación de textos sobre el mar del gran Joseph Conrad, vertido al español por Javier Marías (quien por cierto asegura en el prólogo que ha sido el libro que más le ha costado traducir, debido a la gran cantidad de expresiones y términos náuticos desconocidos para él -y para casi todo el mundo, cabría añadir-). No sabría decir si me hubiera o hubiese gustado leer el libro antes de irme en velero por las Baleares o, como en realidad ha ocurrido, hacerlo después del viaje. En todo caso, el caballero inglés que antes fue polaco y que se pasó 20 años seguidos surcando las aguas saladas del universo mundo muestra en todo momento su preferencia por el Mare Nostrum:

"Dichoso aquel que, como Ulises, ha hecho un viaje aventurero; y para viajes aventureros no hay mar como el Mediterráneo, el mar interior que los antiguos encontraban tan inmenso y tan lleno de prodigios".


Remedando a Conrad, cualquier viaje no organizado tendrá con seguridad su componente aventurero. Así, y aunque a nosotros no se nos aparecieran las sirenas, la maga Circe o las terribles Escila y Caribdis (entre otras cosas porque se encuentran más bien en Sicilia, a la altura del Estrecho de Messina, mientras que nuestra travesía comprendía sólo Formentera e Ibiza), encontramos durante el trayecto numerosos prodigios naturales (no pocas calas y ensenadas, además de todo tipo de fauna marina que incluyó la simpática visita de unos delfines); pero también otro tipo de prodigios digamos más artesanales (ese arròs al peix en Cala D'Hort o unos mojitos sensacionales en un garito chill out de cuyo nombre no pude ni puedo acordarme, precisamente debido a...La abundante ingesta de mojitos).


Dadle un poco de palique (y un poco de alcohol) a un patrón de barco con pintas de lobo de mar y preparaos para un monólogo en el que cabrán decenas de anécdotas. Algunas las escucharéis con gusto (quizá las primeras, como la del bautizo nominal de Pérez Reverte a cierta fauna náutica y dominguera: los pijoyates), pero creedme si os digo que acabaréis por desear que se busque otro auditorio y os deje de una vez contemplar las estrellas en silencio.


Y en fin, que no sé si habrá alguien a quien no le guste sentir la brisa marina como una caricia, volar por encima del mar a vela abierta, atisbar ilusionado con los prismáticos una isla o bañarse en aguas verdeazuladas y transparentes (y ese baño mejor desnudos, como los hijos de la mar). Si fuera ese el caso, un viaje en velero no será la mejor opción...

miércoles, 18 de mayo de 2011

lo último de Racionero



Es conocido por haber sido uno de los maridos de la sexóloga y sin embargo (según él) puritana Elena Ochoa, y por haber dirigido la Biblioteca Nacional durante un tiempo. Yo le descubrí en un libro, de cuyo título no consigo acordarme (y paso ahora de mirarlo en google), que hablaba -y muy bien- sobre los placeres.

Así las cosas, vi el otro día en la librería Pasajes su autobiografía, y la compré. Berkeley, budismo, taoismo, movimiento hippie -que sucede al beat-, ácido, Bob Dylan; y su regreso a la Barcelona de la alcohólica gauche divine. Lo más interesante del libro es el capítulo sobre Pla, a quién trató, y del que bastaría ver la entrevista de A fondo (en inolvidable blanco y negro) para tenerlo en los altares. También amistó con Dalí, con alguno de los poetas novísimos, y parece que con Aznar. Esto ya uno lo entiende menos (a pesar de que el poeta favorito de nuestro ex presidente fuera Cernuda, o eso dijo el de la tableta de chocolate abdominal).



En fin, un libro egótico, aunque bien escrito y con su punto de interés.



Y para interés, la acampada en Sol. Pero esa ya es otra historia...














lunes, 2 de mayo de 2011

Gibraltar

Tenía el capricho de visitar Gibraltar, así que fuimos. Llegamos en media hora, desde Sabinillas. Para saltarnos la cola de entrada (bastante larga), aparcamos en un MacDonald's que se encuentra justo al lado de la frontera.

En cinco minutos, pasamos de la Andalucía profunda a un reducto inclasificable. Y para que la experiencia fuera perfectamente surrealista, entramos ¡atravesando la pista del aeropuerto!


Bobbies, las archiconocidas cabinas british de teléfonos, monumentos por doquier (directa o indirectamente) bélicos, y ese peñón desmesurado, que parece estar en todos lados a la vez.


Mi cuñado Q. (el marido de mirmaaana, que al parecer así dicen los llanitos) se encontró con sus vecinos del 4º.


No vimos monos, pero compramos una botella de ginebra y otra de whisky.


Y decidimos volver, quizá en verano, para recorrer todo el tinglado defensivo, y para que algún guía no demasiado escorado nos cuente algo más sobre su historia. Al parecer, hay una claúsula en el tratado de 1713 por el que la colonia no podrá alcanzar jamás la independencia, pero sí que podría ser cedida a España. Aunque conociendo la postura del gobierno gibraltareño y sobre todo la de la pérfida Albión, es posible que la situación siga siendo la misma durante otros cuantos siglos más.
















domingo, 27 de febrero de 2011

También en una ciudad como Madrid puede uno apercibir que la primavera está llamando ya a la puerta. Ayer, cruzando la calle Corazón de María en busca de una terraza, vimos un almendro en flor, bellísimo. Estaba escoltado por unas flores amarillas (cuyo nombre desconozco, como casi todo en botánica), que parecían tranquilizarlo diciendo: "Tú tranquilo, dedícate a hermosear y florecer que ya nos ocupamos nosotras de lo demás".


Hoy hacía también sol, así que me fui en bici hasta la Casa de Campo. A la vuelta, enfilé el paseo por el Manzanares legado por nuestro faraón, Gallardón I. Cuando hago ese recorrido, siempre tengo sentimientos ambivalentes: por una parte agradezco al alcalde que haya convertido una zona antes lamentable y gris en un lugar de ensueño. Por otro, pienso que es inmoral que esa obra (y otras más, claro) hayan generado una deuda de 8.000 millones de euros, que va a tener hipotecado a cualquier equipo municipal que suceda al castizo hijo de Ra.


En fin, hablábamos de la primavera. Mientras pedaleaba, iba mirando a los lados y veía árboles con los primeros brotes, y cómo el sol espejeaba radiante en el Manzanares, de forma que si uno se abstraía un poco podía pensar que tenía al lado una lengua de mar bañada por un sol maravilloso. En esa tesitura, no era difícil sentirse profundamente alegre; yo lo demostré silbando y canturreando sin cesar.

La primavera acaba por llegar siempre a su cita anual, queramos o no. Lo difícil es conseguir que nos invada también por dentro, y deje un aporte duradero de luz y savia nueva.

En esas estamos.

martes, 11 de enero de 2011

Periódicos y poesía

Además de información más o menos objetiva, un periódico puede contener una novela por entregas (las de Dickens se hicieron famosas en la Inglaterra victoriana gracias a ese formato; y ahora tenemos Wikileaks); pero también poesía. Y lo digo no sólo por las columnas de Manuel Vicent en el diario El País (la última del valenciano, titulada "Ver la luz", es sencillamente memorable), sino por otras noticias que, gracias a la forma en la que están redactadas o a su propio contenido, nos trasladan a otros mundos sensibles que van más allá de la mera realidad. Así:

Un caravaggio ("La Natividad") fue robado a pie de altar en una noche tormentosa de 1969, y desde entonces preside las reuniones secretas de la Cosa Nostra.


Los maoríes se acuestan al lado de las ballenas varadas en la playa para que no mueran solas.

Un legionario español nada hasta Ceuta tras perder el pasaporte en Marruecos.

Yongle Dadien, la gran colección de la era china Yongle del siglo XV, escrita por 2.104 redactores y compuesta por 11.000 volúmenes (bastantes más que los que componen L'Encyclopédie, la Enciclopedia Británica o la Larousse), que recogían todo el saber hasta la época. La colección fue reducida a cenizas durante la guerra de los bóxers.

Y bueno, podría añadir el de Shakira se va a Piqué (creo que salió en El mundo). Poético no es, pero ocurrente...

jueves, 6 de enero de 2011

De la vida alegre

Fueron al cine a ver la última película de la Bollaín. Y les gustó, vaya que sí.

A la salida, pasearon por el centro de un Madrid levemente lluvioso. Tomamos algo, dijo él; vale, acordó ella. Entraron en una pizzeria de Lavapiés, por la que tantas veces pasaran de largo. La pizzas estaban más que buenas, también el vino que las acompañaba. El camarero, oriental, era eficiente y encantador.

Hablaron de la peli recién vista y de Liniers, al que ella conoció en Buenos Aires. Al rato, una familia se sentó en la mesa de al lado. La niña, entre aburrida y curiosa, les miraba con descaro; ellos contraatacaron y le preguntaron cómo se llamaba y qué pizza elegiría. Y así, entre bromas y risas, aquel espacio se tornó ligero, risueño. Hasta los padres de la criatura, serios al principio (igual pensaban que aquellos dos eran secuestradores de niños, o algo), terminaron por participar en la comedia.

A veces la vida es así de sencilla. Sin ñoñerías casapraderiles, uno disfruta de todo y de todos, y consigue que lo que le rodea adquiera ese halo de facilidad, de armonía. Algunos hablarían de la ley de la atracción. Otros, del cumplimiento (al menos parcial) del sabio precepto de Montaigne:

La sabiduría consiste en una alegría continua.