En El bandido doblemente armado hay libros en oferta: parece que cierran la parte de librería y dejan la zona de cafés/copas/encuentros. Hasta allí me acerqué, disfruté de un par de gin-tonys con C. y sus amigos, y me fui a husmear el material. Compré uno de Tobias Wolff y otro titulado Nosotros, los solitarios, quince o veinte relatos de otros tantos autores editados en Pretextos. Resultó curioso ver hermanados -pues uno seguía al otro- el relato de Trapiello y el de Vila-Matas, siendo dos escritores que en la vida real se desprecian más que cordialmente. Una lectura posible del libro -ya que las otras han resultado perfectamente prescindibles- sería que el bueno de Borrás hubiera escrito con su libro-homenaje un relato simbólico y sin palabras sobre la paz, en su intento de reconciliación sutil y metafórico de sus dos furiosi scrittori. Nunca lo sabremos.
Miscelánea de noticias comentadas, sucesos varios y cosas que le pasan a uno (y a otros). Escritas a la manera de El Zuazu, lo cual no es malo ni bueno sino todo lo contrario.
viernes, 30 de octubre de 2009
El Otoño, doblemente armado
En El bandido doblemente armado hay libros en oferta: parece que cierran la parte de librería y dejan la zona de cafés/copas/encuentros. Hasta allí me acerqué, disfruté de un par de gin-tonys con C. y sus amigos, y me fui a husmear el material. Compré uno de Tobias Wolff y otro titulado Nosotros, los solitarios, quince o veinte relatos de otros tantos autores editados en Pretextos. Resultó curioso ver hermanados -pues uno seguía al otro- el relato de Trapiello y el de Vila-Matas, siendo dos escritores que en la vida real se desprecian más que cordialmente. Una lectura posible del libro -ya que las otras han resultado perfectamente prescindibles- sería que el bueno de Borrás hubiera escrito con su libro-homenaje un relato simbólico y sin palabras sobre la paz, en su intento de reconciliación sutil y metafórico de sus dos furiosi scrittori. Nunca lo sabremos.
viernes, 23 de octubre de 2009
Ciudad de Gallardón
lunes, 19 de octubre de 2009
Paracaidistas en Mont Saint Michel
El enclave es excepcional, y la edificación sencillamente admirable para los tiempos que corrían, allá por el siglo X. La vista desde el claustro es sobrecogedora. Pocas veces un nombre fue tan bien elegido: La Maravilla. Dicho esto, hay que avoir de la patience un montón, porque las hordas turísticas tienen tomada la localidad entera, y hay que abrirse el paso a codazos y escuchar a la muchachada ulular sin pausa.
El interés del lugar tiene que ver también con las mareas; alguien nos dijo que oscilaban a la misma velocidad que un caballo al galope. El símil es tan hermoso que me importa un bledo si es cierto o no. En todo caso, no se te ocurra dar un paseo o dejar el coche sin tomar un mínimo de precauciones informativas, porque va en ello tu vida.
Ya al salir, mientras íbamos hacia el coche, vimos a un avión nodriza parir una docena de hijitos paracaidistas; la imagen era tan inusual y plástica que C. -normalmente comedida a la hora de apretar el botón- no paró de hacer fotos. La mamá aeronave pasó de puerperios, dio otra vuelta y volvió a soltar otra camada. Y otra más. Tenía su punto la escena, aquellos hombrecillos cayendo, con ese fondo nublado y un vago recuerdo de guerras y desembarcos.