1. Compro cuatro entradas por teléfono para los madrileños cines Principe Pío, para la sesión de las 22:00. Cuando llego a la taquilla de los cines, no consigo retirar las entradas con la tarjeta con la que he realizado la compra. Hablo con el personal del cine, que se pone en contacto con Servicaixa y me confirma al cabo de un rato: "Ha sacado Vd. entradas para el Principado de Asturias, concretamente Luarca". Debo poner unos ojos hiperbólicos, porque el encargado me da unas palmaditas en la espalda y añade, casi cariñosamente: "Aunque parezca extraño, a veces ocurren estas cosas. Hable Vd. con el banco y que le devuelvan su dinero, pero lo que es hoy no podrán ver la película. Está lleno".
2. Llegan R., B. y el pequeño P. en avión a Madrid, con mucho retraso (gentileza de nuestros controladores aéreos, que por lo visto deciden más que el Ministerio de Fomento), así que no llegarán a tiempo para tomar el tren de Chamartín a Medina del Campo. Me acerco con C. a la estación para solidarizarnos con ellos y buscar una solución. En Chamartín, la locura: retrasos generalizados, personal de Renfe al que preguntas y no tiene ni idea de nada, cambios de vía...Nuestros amigos llegan con la lengua fuera, pero consiguen entrar en el tren previsto porque sale con más de una hora de retraso. Fue una regresión a nuestro pasado más casposo y berlanguiano.
(Unos días después, envío una reclamación por escrito, muy currada, a los de las entradas. Me llaman y les digo que no tendré más remedio que llevar el caso por lo legal; mano de santo, se deshacen en genuflexiones telefónicas y además de devolverme el dinero me regalan otras cuatro entradas)