martes, 18 de octubre de 2011

Aflorismos de otoño

Uno de los placeres de leer lo que a uno le viene en gana es jugar a hermanar, en peculiar cofradía literaria, a escritores tan (aparentemente) diferentes como Uriarte, Castilla del Pino o Trapiello. Y porqué no a Montaigne (ya salió el Zuazu y su señor de la Montaña, si). Pero es que, sin necesidad de escarbar mucho, tienen unas cuantas cosas en común: literatura del yo, veracidad, claridad. Y muchos y buenos libros detrás.

(Claro que también podría añadir a Jabois, últimamente, pero necesito leerle un poco más. A veces le sale una cosa como umbraliana que luce como fuego de artificio...hasta que se apaga).

Del difunto y controvertido Castilla del Pino, autor de una autobiografía monumental en más de un sentido, leemos estos días sus Aflorismos, sugerente variante del aforismo lichtenbergiano que consiste en verter en negro sobre blanco algo "que se me ocurrió, surgió o me apareció de manera más o menos inesperada". Aunque a nosotros nos parecen algo más que ocurrencias. Léanse aquí unas cuantas y piénsese si cualquiera de ellas no es más nutritiva que algunos libros que circulan por ahí :


"Cultivar la gana. La gana no es por sí misma la vida, sino la expresión de que se vive"


"En cada detalle está el todo. Aprender a ver el todo en la parte es comenzar a entender su significado"


"Un ideal: que el trabajo sea al mismo tiempo el trayecto para la realización". Ay


"Como dicen de la homeopatía, la soledad está muy bien en pequeñas dosis. A dosis altas es tóxica; caquectiza los sentimientos"

"El ateo es un creyente, pero en la inexistencia de Dios, ¡Un desastre lógico!"

martes, 4 de octubre de 2011

CGR

A. me dice que no escriba más de política; M.J., que a ver si hablo otra vez de la familia (perdón: de la famiglia). O., que no vendría nada mal un poco de poesía, no necesariamente intimista. C., que qué pasa con los viajes, por ejemplo con Oporto. Y yo que no, que no me da la gana, que ahora quiero escribir sobre la Rodero y sus fotos. Cristina Garcia Rodero.


Puede que la exposición de CGR en el Círculo de Bellas Artes de Madrid no haya tenido tantos visitantes como la retrospectiva de Antonio López, o las cositas que nos van trayendo del Hermitage rrrrruso al Prado. Vale; pero es lo más potente que hemos visto en mucho tiempo. Hace ya tiempo, asistimos en solitario a una de derviches y otros trasuntos religiosos de la puertollanera. Inolvidable. Como también lo es este monumento fotográfico al alma gallega (M., te lo perdiste).


Cualquier fotografía de la exposición resulta válida para entender lo que digo; allí habrá una historia inigualable. Mujeres de negro, romerías, niños que miran a la cámara con emotiva perplejidad, hermosísimos caballos a dos patas, pequeños ataudes blancos...La foto que adjunto, jugándome el tipo (ya me dieron un toque por uso indebido de imágenes) no es sino una obra de arte más: fijaos en la expresión del cura; en la figura en zig-zag de la mujer con la pañoleta o en las cruces en lo alto. Por no hablar de la metafísica que entraña confesar al aire libre o en el mismo confesionario (nada que ver con los diseñados recientemente con destino Parque del Retiro, en la más extraña operación de márketing que hayamos visto, preparados en un pispas para absolver abortistas excomulgadas).



Sólo (bien acentuado quede, aunque los académicos no quieran) hay otra fotógrafa que me haya impactado de igual forma: la norteamericana y suicida Diane Airbus. Fue la única vez que repetí la misma exposición. A la de CGR no pude volver, porque la quitaron el mismo día que la ví, ay.